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Junio 2013
Edición No. 292
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Coaliciones de gobierno y reforma electoral


Juan Martínez Veloz

Una de las virtudes del Pacto por México es que al estar avalado por las tres fuerzas políticas más importantes del país y el presidente de la república Lic. Enrique Peña Nieto es que nos permite ordenar el debate político-electoral.

Haremos algunos comentarios breves sobre los puntos más trascendentes de los temas de la agenda político- electoral, siempre con la idea de que la decisión final la tendrá el Poder Constituyente Permanente de la nación. Empezaremos por el tema de las coaliciones legislativas y de gobierno.

En México hasta ahora las coaliciones (alianzas) entre partidos políticos únicamente son electorales (arts. 95-99 del COFIPPE) terminan en el momento que concluye el proceso electoral. Está en la mesa política del debate la posibilidad de un legislar sobre coaliciones legislativas y de gobierno.

pacto por mexicoEl problema más importante para una presidencia fuerte (lo ideal) es atacar “cierta ingobernabilidad “que se presenta en México cuando el presidente triunfador no obtiene una mayoría muy clara sobre su segundo lugar (como en 2006) o cuando pierde la mayoría absoluta en las cámaras en las elecciones de diputados intermedias (1997, 2003 y 2009).

Hasta hoy no está muy clara jurídicamente la idea de ¿cómo hacer un gobierno de coalición en un régimen presidencial? Las coaliciones de gobierno y legislativas son más propias de los sistemas parlamentarios y no de de los presidenciales (como México).

Lo que es muy evidente es que requerimos de una coalición legislativa y de un nuevo “Pacto por México II” después de las elecciones de 2015 (a reserva que el PRI gane casi todo la Cámara de Diputados como en 1991) para favorecer la gobernabilidad.

El problema político real existe en dos momentos (los vivió el ex presidente Felipe Calderón) y hay que atenderlos:

1. Si el partido del presidente gana o pierde la mayoría legislativa en el Congreso de la Unión.

2. Si el presidente electo gana con una mayoría de electores (simple o absoluta) y una diferencia porcentual clara sobre el segundo lugar (5% por ejemplo) que no dé lugar a dudas como en 2006.

Sobre el punto 1. En caso de que el partido en el poder pierda la mayoría en la Cámaras de Diputados y Senadores; Se puede ensayar una “fórmula a la mexicana” de coalición legislativa y de gobierno desde arriba (acuerdo entre partidos) sin embargo habría que evaluar sus efectos en la práctica en los electores.

Debemos construir una “fórmula a la mexicana de gobierno de coalición” como un plan B de gobierno, estamos en el mejor momento para ello. Las coaliciones legislativas y de gobiernos tienen pros y contras; Maurice Duverger las explica muy bien en su libro clásico “Los Partidos Políticos” F.C. E., México, 1987, pp. 355-376.

Sobre el punto 2. Mayoría absoluta o simple en la elección presidencial; El ballotage (segunda vuelta electoral) divide a los partidos mexicanos. El PAN ha insistido más en ella (formula francesa). Al PRI al parecer hasta hoy no le interesa y las izquierdas en el pasado reciente (2009) no apoyaron esta propuesta.

Hay salidas para el caso que la reforma electoral se trabe en este punto, están los casos de ballotage en Nicaragua y Argentina a estudiar, lo importante es construir una presidencia fuerte y no repetir otro escenario 2006.

Giovani Sartori en su libro Ingeniería Constitucional Comparada; Fondo de Cultura Económica, México, 1994, algunas ideas para resolver las crisis de los sistemas presidenciales.

El politólogo italiano se pregunta “¿Bajo qué condiciones funcionan mejor los sistemas presidenciales?

La respuesta es que prefiero el presidencialismo bipartidista es más funcional que el multipartidista, y que a medida que disminuyen las diferencias ideológicas, la simplificación bipolar, sino bipartidista, puede ser favorecida por:

a). El centrismo de la presidencia, es decir la efectividad del poder presidencial;

b). La existencia de partidos que se desempeñan como competidores principales por la presidencia;

c) La exigencia al vencedor de mayoría absoluta (con el sistema de doble ronda electoral) y;

d). La simultaneidad de las elecciones parlamentarias y presidenciales.

¿Pero qué pasa si no es posible tener todo esto?

En tales circunstancias, el presidencialismo impotente debe considerar seriamente la transformación en un sistema semipresidencial o un sistema de presidencialismo intermitente (presidencial y semipresidencial) p. 197”.

 

 

 
 
 
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